A Distancia del Arte

Andrés H.
4 min readNov 21, 2023

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Sobre arte, capital y una sociedad asfixiada en abundancia.

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No es un secreto que el arte se encuentra en un precario estado. Las intervenciones del arte en la cultura moderna siempre están mediadas por su relación con el capital. Vemos con asombro en las noticias cuando una pintura famosa o cuadro es vendido por cifras extraordinarias, o cuando un artista en el mundo de la música o entretenimiento rompe algún récord de ventas, de reproducciones en una plataforma digital o algún otro tipo de métrica que puede ser cuantificada empacada y vendida.

El arte se vuelve entonces solo una forma más de consumo.

Creo que es posible argumentar, como una de las mayores tragedias de la sociedad moderna, es la separación del ser humano en dos únicas categorías. Las estructuras modernas nos permiten existir en dos posibles estados, o bien como consumidores o bien como fuentes de trabajo, como generadores de capital y profit. Produces o consumes.

Si no estás produciendo, estás consumiendo. Fuera del trabajo, consumir horas de televisión, de redes sociales se vuelve un escape perfectamente natural. La facilidad con la que podemos consumir cualquier tipo de contenido no tiene precedentes en la historia, y creo que como un pez que no sabe cuando parar de alimentarse, está sobre carga de posibilidades, termina por causar más daños al consciente colectivo de lo que podemos ver a simple vista.

No se trata solamente de decir “televisión mal” o “redes sociales mal”, nuestra tóxica relación con el consumo, puede encontrarse presente en casi todos los hábitos de la modernidad. Incluso en hábitos que podrían considerarse saludables o deseados. Vamos a un gimnasio para correr sobre máquinas, necesitamos equipos, suplementos y demás elementos necesarios, y todas esas interacciones están irremediablemente mediadas por el capital y el consumo. Nuestra salud, fitness — y todos los prejuicios que ello conlleva — están atados a nuestra capacidad de consumir, y, por tanto, de producir. En el momento en que te niegues a alguna de las dos posibilidades, tu lugar en la sociedad, tus derechos y misma humanidad se ven cuestionadas. No puedes pagar por un médico, no tienes derecho a ser recibir tratamiento, no puedes — o quieres — trabajar, entonces eres tan solo una paria, un peso en la seguridad social de todos. Cargas.

El arte no escapa de estos ciclos. Y recientemente me encuentro pensando en las formas que tengo de descubrir o experimentar nuevas formas de arte, sea libros, películas, pinturas, música. Ver películas requiere la constante aflicción de una subscripción a 10 plataformas, y lo que busco quizás ni siquiera se encuentre ahí, todo es una lista curada por algoritmos con objetivos específicos. Lo que puedo o no ver, lo que alcanza a las masas o no, está siempre mediado por los intereses del capital.

Hace algunas semanas vi la noticia de que Warner Bros, cancelaría la emisión de una película 100% finalizada — se trata de una película con John Cena y los Looney Tunes como protagonistas, difícilmente exponentes del arte y la alta cultura, pero un momento, tengo un punto — Warner hace esto con el objetivo de recibir un retorno de impuestos. Luego de toda la controversia, parece que la película verá al fin de cuentas la luz del día. Sin embargo, esto es tan solo un reflejo como decisiones corporativas afectan los deseos y ambiciones de centenares de personas trabajando en un proyecto, y luego millones de consumidores. Nuestro deseo se fabrica en las agendas corporativas, y no existe otra forma de desear, de querer, de apreciar.

El incesante espacio de reboots, remakes, refritos de una y mil formas, que no hace más que consumir el oxígeno a todas las otras expresiones artísticas. Incluso ideas novedosas y externas no tienen más remedio que ser convertidas en productos de mercado. Porque es la única forma en que se nos permite existir. Produces o consumes. Produces para poder consumir y tu consumo está mediado por el deseo y el deseo no existe fuera del capital, y la solución a tus problemas tienen un precio, y hoy están en descuento en el Walmart.

El arte moderno, completamente subyugado y apropiado por el capital. Entendemos por arte moderno lo que sea que pase por las casas de subastas de Sotheby’s en París y Suiza. Incluso el arte que pretende ser subversivo termina por sucumbir. Y al final del proceso todo se ha reducido a “contenido” que sea producido y desechado a gran velocidad.

Las formas de producción moderna ponen una distancia adicional entre el arte y el público, una que solo puede ser franqueada por medio del capital. El artista solo vale si es capaz de vender su arte. La cultura moderna demanda nunca parar, nunca detenerse — siempre y cuando sea para jugar con las reglas del sistema, si tu intención es cuestionar o preguntar de más, olvídalo — Y cada instante en que el artista no está haciendo algo que pueda ser monetizado — contenido — es tiempo perdido. La sociedad del cansacio de Byung-Chul Han trata estos temas con más detenimiento y un enfoque especial en sus consecuencias. Pero podemos deducir que, mientras el capital sea la forma que tenemos para mediar las relaciones humanas, estos problemas van a existir. No se trata tampoco de imaginar que hay una serie de actores nefastos que gobiernan y planean nuestro fin desde los salones de juntas corporativas. Se trata de una serie de sistemas, incentivos, métodos y motivaciones, y con ellos, sus consecuencias. Una sociedad cansada, deprimida, aislada, donde la libertad es colonizada por el individualismo, donde el éxito monetario justifica la explotación y destrucción de otras formas aún más valiosas de creación y creatividad humana. Donde la distancia que debemos poner entre nosotros y el arte, es un síntoma más de problemas que cortan tan profundo, que resultan imposibles de escapar.

¿Podemos imaginar, un mundo de arte, y no solo efímero y vacío contenido?

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