Cementerio

Andrés H.
11 min readJul 5, 2020

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Ficciones de cuarentena

Antonidas caminaba entre el barro y las hojas secas, sin que una mancha se atreviera a impregnar sus botas negras. Su capa roja permanece inmaculada. En su mano derecha, el anillo rojo de la Orden de Los Titanes refleja con violencia los rayos del sol de otoño; en la mano izquierda, el bastón, coronado por un enorme rubí de brillo inagotable.

Algunos de los destellos reflejados van a parar a los ojos de Tallen, quien sigue de tan cerca como puede al mago, mientras lucha con la maleza del bosque, que se enreda en sus zapatos dificultándole el andar. Se pregunta a los cuantos años de academia le enseñaran a hacer zapatos mágicos. Cavilación estúpida, se recuerda a si mismo mientras observa a Antonidas cruzando tras la rama de otro árbol.

— A prisa, no quiero estar aquí para cuando caiga la noche. Hoy es banquete de carnes de invierno y eso no es algo que quiera comer frío — Antonidas se detuvo por unos instantes, observo que Tallen estaba un tanto alejado y decidió esperarle. Se acomodaba los lentes redondos que para variar también despiden un ligero brillo rojo al recibir los rayos solares en un angulo apropiado.

— Anton, no entiendo como te las arreglas para moverte tan fácil en este bosque — se quejaba Tallen mientras eludía una nueva rama de maleza.

Antonidas estaba esperando la pregunta, después de todo, para eso esta allí, para enseñar a Tallen, el único aprendiz de la Orden de los Titanes, el único mortal en cientos de universos a quien se le conferirán secretos que solo un puñados de seres conocen.

— Yo planté los arboles de este bosque. Quizás no los arboles que ves aquí, estos son sus descendientes, los primero arboles los plante mucho antes de la llegada del primer Rey Hombre, cuando este lugar era tan solo un desierto desolado por guerras que incluso los Titanes han olvidado. Pero los arboles siempre se han caracterizado por su buena memoria y sus historias, de manera que todos ellos, todos estos arboles, arbustos y ramas me recuerdan como el creador de sus padres,abuelos y ancestros, y así me respetan.

La brisa ligera mueve el cabello marrón del antiguo mago. Tallen le observa con cautela, detiene por unos instantes su penoso avance por el bosque para recordar que su maestro es tan antiguo como el tiempo y mas sabio que todas las bibliotecas del Mundo Libre. Intimidante y poderoso, otros dos adjetivos que Tallen añade a la lista mientras sigue luchando con ramas y arbustos.

La penosa marcha de Tallen tras Antonidas continuo durante cerca de tres horas. Los rayos del sol ya no penetran en aquella parte del bosque y conforme se acerca la noche, los sonidos de criaturas nocturnas se intensifican en el aire. Tallen no ha dejado de prestar atención a detalles importantes y empieza a notar como es mas frecuente divisar en el suelo arañas del tamaño de platos de sopa. Algo le dice que conforme se adentran en el bosque las criaturas se van haciendo más siniestras. El brillo del rubí de Antonidas se hace mas valioso conforme siguen avanzando, Tallen se pregunta como es que luego de tan extensa caminata no siente los síntomas típicos del agotamiento o el miedo, que deberían inspirarle los sonidos tétricos de un bosque que lo sorprende lejos de casa y las cada vez mas grandes arañas y alimañas que se arrastran en el suelo.

Es la presencia del Archimago. No importa si ya paso casi diez años a su lado, es bastante consciente de todo el poder que reposa sobre su maestro; mientras este con él, no hay fuerza en esta Tierra que se atreva a poner un dedo sobre él.

— ¿ Lo sientes en el aire? — Antonidas se detuvo he inhalo de forma profunda. Tallen aun no sabe si el mago necesita oxigeno de verdad o tan solo se ha acostumbrado demasiado a imitar a los humanos.

Tallen inhalo imitando a su maestro, y lo percibió. Aquella inhalación le lleno los pulmones de un aire denso, sintió en su boca el sabor metálico de la sangre. Aquel sabor le recordó por un momento de las veces que Anton le ha rotó la cara en practica de combate. Se sacudió el mal recuerdo y contensto la pregunta.

— Sangre y muerte, como de una batalla reciente.

— En efecto, sin embargo, mira a tu alrededor ¿ves señal de alguna batalla? — El archimago se recostó contra el tronco retorcido de un árbol de color gris.

— No. No hay signos evidentes, no hay hierba aplazada o rastros de un numero importante de hombres moviendose en por el bosque, de haber sido una batalla grande creo que lo hubiera notado antes, pero no, hasta el momento el bosque esta inmaculado.

— No inmaculado, es la primera vez que estas en esta parte del bosque ¿Como podrias saber como luce en realidad? ¿Porque asumir que este aspecto tan oscuro y siniestro es lo normal? ¿Tan solo porque estamos a gran distancia del pueblo más cercano ? Todo el lugar esta muriendo.

— Una maldición — Se aventuro Tallen.

— No, es algo más sencillo y mucho más terrible. Estamos cerca de un cementerio.

Eso no suena demasiado grave, han estado cerca de cementerios antes. Tallen enterró a su hermano menor a los cuatro meses de comenzado su entrenamiento con Anton, asistió a entierros por todo el reino, desde las planicies de Darma hasta las ciudadelas negras del oriente. Ha visitado muertos, ha enterrado cuerpos con sus propias manos, desenterrado restos de reyes caídos y una vez, presenció como Antonidas reanimaba un cadáver.

Aquel breve encuentro con la necromancia — hace un par de años— le dejó pensativo. ¿Es su maestro un ser de luz? De esos que acompañan a dioses compasivos en las primitivas religiones de Mundo Libre, o es un ser oscuro que no teme utilizar poderes extraños para dar voces a los muertos. La respuesta a sus preguntas le llegó aquel mismo día, durante la cena.

Tras servir su comida en los platos dorados donde antaño comieran reyes sin nombres, comenzaron a comer; como es usual, los dos solos en el enorme salón de banquetes de aquel castillo abandonado. El ya conocido repiqueteo de tenedores y cuchillos contra los platos fue interrumpido por la voz del Archimago. En ocasiones, Tallen tiene la impresión de que todos los demás sonidos del mundo se agotan cuando el Archimago habla en tono solemne.

— En ocasiones incluso yo me veo forzado a actuar de formas indeseables — Anton no detuvo su rito alimenticio. Continuo masticando el pollo dorado, mientras tomaba uno de los panes de centeno.

Tallen al otro lado de la no tan larga mesa, no dijo nada. Sabe cuando debe limitarse a escuchar las palabras de su maestro y en esta ocasión no tiene mucho mas que aportar. Le había visto traer devuelta a la vida a un pequeño bebé, mientras su madre muerta también, aun le sostenía entre sus brazos.

— La mujer tenia un corte en la espalda, lo que la mato la sorprendió por detrás, por la forma como sostenía el niño, el fue el último en ver al asesino. Y como luego comprobamos no era un asesino cualquiera. Debía hacerse.

Tallen entendía perfectamente, sin embargo no puede dejar de pensar que hay algo profundamente retorcido. El niño había vuelto a la vida, en medio de un llanto desgarrador, con los ojos aún sangrantes iluminados por una luz azul. El mago observo en su interior la identidad del homicida y luego le dejo morir una vez más. Tallen comprobó que su temor era cierto, aquel infante había vivido su horrible muerte dos veces. Trago saliva y continuó escuchando.

— Cuando vi lo ocurrido, para mi fue evidente que no se trató de un crimen cometido por un asesino cualquiera, los particulares cortes en la carne, las quemaduras en la ropa y el aroma que en el aire, delataron la naturaleza foránea del homicida. Como luego lo comprobamos.

El asesino fue detenido por Tallen y Antonidas algunas horas después del homicidio de la mujer, escondido en una posada. Una vez le identificaron, Antonidas le carbonizo en un instante. Tallen observo desde cerca como el Archimago cerro el puño para conjurar el poder del anillo de los Titanes y reducir a cenizas a aquel visitante indeseado. Los dueños de la posada encontrarían nada más un pequeño montón de polvo en el suelo, imposible de asociar a un ser vivo.

— Debemos tener cero tolerancia con los Merodeadores y sus esbirros — el mago le dirigió la mirada a Tallen, quien aun podía sentir en la piel el calor residual del poderoso conjuro y los escalofríos de ver a un hombre evaporarse en la nada.

— No era un hombre, era un Merodeador. Los Merodeadores no pertenecen aquí y si alguna vez te cruzas con alguno fuera de mi tutela, confió en que harás lo que este en tu poder para detenerlo. Tallen asintió. Apretó con su mano derecha su mano izquierda, sintiendo su anillo de aprendiz y luego recordó al bebé. Aquella imagen le traería pesadillas por las siguientes semanas, hasta que finalmente, como suele pasar con el horror ajeno, el recuerdo se disipo de su mente, entre labores de rutina y nuevos hechizos aprendidos. Antonidas no es un angel o un demonio, es un guardián.

Hasta que las palabras de Antonidas el Archimago en aquel bosque oscuro le hicieron recordar. Cementerio. Lugar donde los muertos reposan, hasta que dioses oscuros les llamen, o magos antiguos les conjuren. Cementerios.

Todo luce de un color más oscuro ahora. las arañas moviéndose en el suelo se hacen mas frecuentes, su tamaño también ha aumentado, aquellas arañas podrían depredar con facilidad un conejo o ardilla. La luz del día era nula, y Tallen no puede determinar si se debe a la caída de la noche o la densidad de los arboles, o quizás a algo mas.

— Estamos muy cerca. Tallen, debes estar preparado, lo que vamos a encontrar se cuenta de entre las cosas mas aterradoras que se pueden encontrar en esta Tierra.

Tallen ha visto muchas cosas en sus días al lado del archimago; la mención de un cementerio le había hecho recordar incluso cuando vio a los muertos volver a la vida. De manera que esas palabras no son para tomar a la ligera. Tallen.

— Quiero que te concentres, que recuerdes que el fuego de los Titanes arde en ti y que no olvides mi rostro, que no olvides a Paula Soñadora, que te aferres a la vida con fuerza y que me sigas ahora mismo! — Acto seguido, el archimago acelero el paso y esquivando las ramas de los arboles con la agilidad de una libre, casi se pierde de vista antes de que Tallen reaccionara.

El joven aprendiz sintió una llama arder con fuerza en su pecho y le siguió a gran velocidad, no le veía pero sentía la presencia del mago, la sangre arderiendo en sus venas, su respiracion acelerada mientras se movia por el bosque oscuro sin saber donde estaba pero con la absoluta certeza de no estar perdido. Finalmente se detuvo en el claro donde Antonidas le esperaba, y alli dudo de si mismo, de su maestro y sus enseñanzas mientras observa el cuerpo inerte del último unicornio de la tierra.

La criatura yace inmóvil. Su pelaje blanco yo no se encuentra inmaculado, le cubren tierra y hojas muertas, a su alrededor yacen cadáveres descompuestos de decenas de otras criaturas del bosque; astas de ciervos y venados, cráneos de pequeñas ardillas, esqueletos expuestos de zorros, aves pequeñas y hasta un mono semidescompuesto se cuentan entre la macabra escena . Algo llama la atención de Tallen en un costado y al desviar la mirada se encuentra con los restos descompuestos de dos hombres tendidos en el suelo, por sus posturas es evidente que murieron tratando de arrastrarse en dirección de la criatura.

Tallen cayó de rodillas y dejo que las lágrimas le cubrieran los ojos. El fuego que lo guiara hace breves instantes por un bosque desconocido, parecía ahora completamente extinto, y en su lugar recuerdos profundos y antiguos comenzaron a agolparse en su mente. Las piernas le tiemblan, quiso gritar pero parece que la tétrica visión de la criatura muerta le ha hecho olvidar como hablar. Estando allí de rodillas y con la visión cubierta de penosas lagrimas, recordó a sus propios muertos en cementerios lejanos. Como había enterrado a su hermano menor, algunos meses después de que los primeros brotes de plaga surgieran.

En aquella ocasión, Antonidas le permitió dejar el castillo y regresar a casa por algunos dias — tantos como necesitara, enfatizó — Tallen regreso al cabo de una semana, luego de comprender que al perder a su hermano, no le quedan razones para quedarse. Más aun, Antonidas le había explicado el origen de la enfermedad que empieza a devastar pueblos y ciudades; estaría mucho mejor volviendo al castillo y ayudando al archimago a combatir contra la terrible peste. Los merodeadores.

Cuando el mago poso su mano sobre el tembloroso hombro de Tallen, el ardor inagotable de los Titanes le lleno de nuevo. Ha sufrido, ha llorado pero aun le queda tanto por hacer y aprender que no puede dejarse arrastrar por sentimientos de tristeza y olvido. Levanto la mirada para encontrar los ojos del mago, con aquella mirada de maestro compasivo que suele darle cuando comete pequeños errores durante lecciones alquímicas. Con las fuerzas renovadas, se limpio los ojos y el rostro con el dorso de sus manos y se puso de pie al lado de su maestro.

— Así es como perecieron todas las criaturas que rodean al unicornio. Un unicornio muerto es una de las mayores tragedias de la Tierra y todos los que se acercan demasiado a uno, serán absorbidos en una profunda tristeza y les sera imposible apartarse del cadáver de la criatura, llorando su muerte, llorando la muerte de sus propios seres queridos, llorando las muertes por venir. Se quedaran allí, sumidos en el dolor hasta morir de inhanicion y sed, completamente incapaces de sanar sus heridas — Antonidas observaba a la criatura con tristeza — se requiere algún tipo de fuerza de voluntad o energía para sobrellevar el hechizo. No existe una criatura mortal que pueda soportarlo en solitario.

Tallen comprendió que sin la presencia del archimago el tambien estaria perdido. Perdido entre sus propios y sombríos pensamientos hasta que el hambre y sed lo mataran. Sin poder renunciar a los mas horribles sentimientos de culpa, pena, dolor y tristeza. Recordando entre llanto a su hermano, a su hermano perdido en manos de la plaga, recordando sin falta cada uno de sus fracasos, las veces que ha decepcionado a Antonidas, las veces que ha fallado y a quienes les ha fallado. Quienes no lo perdonaran jamas, quienes se han ido para siempre…

— No solo eso, la muerte prospera aquí y las criaturas que de una u otra forma son mas cercanas al Ángel exterminador, prosperan cerca del cadáver del unicornio — El viento sopla muy leve, el olor a carne descompuesta se hace mas evidente y Tallen nota como el único cuerpo que no se descompone es el del propio unicornio. Sin señales aparentes de violencia, sin cortes o heridas, tan solo yace allí como dormido en profundo sueño.

— Pero la carne del unicornio no perece y no perecerá nunca por si sola. Le protege una magia tan antigua que incluso a mi me cuesta entender. Sin embargo su presencia aquí es demasiado peligrosa, no podemos permitir que la atmósfera de muerte se siga expandiendo ni que más criaturas inocentes terminen atrapadas por el hechizo.

— Te traje aquí Tallen, para que recuerdes una vez más, te permití caer en el embrujo por unos instantes para que tu mente te mostrara de nuevo todo lo que debemos proteger. El asesinato de esta criatura no es obra de un ser mortal, es obra de un Merodeador que aun esta suelto en la Tierra. Y si a ese criminal no le importa matar una de las más perfectas criaturas del Origen, nada lo va a detener ¿Me ayudaras entonces a encontrarlo y darle muerte? ¿Daras tu vida de ser necesario por la causa que protegemos? ¿Por Paula Soñadora, por los Titanes y la paz del universo?¿Tienes la fuerza que se necesita?

— Si lo haré, si la tengo — Tallen se afirmo sus pies en la tierra y observo aquella macabra escena una vez mas. No había en sus palabras ni una gota de duda y sin embargo lo que siguió le dejo de nuevo reducido a nada.

— Porque lo único peor que ver tan de cerca el cuerpo del unicornio, es ver como su rastro se esfuma de la Tierra

Y acto seguido el rubí en el anillo brilló con fuerza enceguecedora. Antonidas empuño la nada, cerrando con fuerza su puño y con un gesto decidido apunto al cuerpo del unicornio, que comenzó a arder en medio de un fuego imposible de extinguir . Antonidas mantuvo su puño cerrado en dirección del cuerpo mientras todo aquel tétrico cementerio ardía en medio llamas tan ardientes como estrellas en erupción.

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