El cumpleaños de Diego

Andrés H.
6 min readMar 11, 2023

Para mi hermano, Diego F. H.

Fuente https://unsplash.com/photos/poH6OvcEeXE

Toma mi mano con las limitadas fuerzas que tienes. Con tantas fuerzas como pueden conferir algunas cuantas horas de oxígeno en esta tierra, con la destreza que no puede ser otra cosa que producto del reflejo, de aferrarse a las cosas. Aferrarnos veras, resulta un reflejo tan fundamental como respirar.

Tu pequeñez, me obliga a confrontarme. A hacerme algunas preguntas sobre mi y las cosas que tengo a mi alrededor. Tantas preguntas como puede hacerse alguien como yo, un niño de once años que regresa el apretón de la pequeña mano rosa, mientras el dueño de esa mano yace envuelto entre cobijas verdes, y ajeno al hecho de que pasaran muchos años antes de que pueda llegar a comprender el significado de aquellos gestos involuntarios.

Once años no es mucho tiempo, pero década y centavos en este mundo, es una ventaja suficiente. O por lo menos así lo parece, para el que no ha vivido mucho más. Puedo hablar con la gente, mientras tus balbuceos inteligibles no se traducirán en palabras hasta dentro de muchos meses. Puedo sostener las cosas con mis pulgares opuestos, dar forma a ideas en papel — y verás cómo de importante me resulta escribir — mientras que a ti no te queda más remedio que el confinamiento de una cuna, el cuidado de los extraños sin nombre que se baten sobre ti, los sonidos misteriosos que apenas puedo llegar a imaginar cómo suenan para tus oidos y cómo se reproducen en tu cabeza mientras el mundo es una colección de cuatro paredes, rutinas inquebrantables y una necesidad incontenible de emitir gases y secreciones humanas a las más inconvenientes horas.

Es de mañana, unos días después de tu nacimiento. Y aunque el tiempo parece congelarse en momentos como al tomar tu mano por primera vez, lo cierto es que nadie escapará al avance de las horas, los días y años. Debo marchar al colegio, ponerme aquel uniforme y dejarte de regreso en tu limitado mundo, que a todas luces, parece perfecto. Me pregunto cómo cambiarán algunas cosas, el balance de poder entre los tres hermanos, los turnos a la hora de cuidarte, el nombre de quien pronunciaras primero, los gustos que tendrás… me pregunto si te parecerás a mi, o a nuestro otro hermano, si encontraras paz en la lectura, o la pasión en los juegos en la competencia y ese deseo inagotable de ser mejor cada vez, quizás alguna mezcla indistinguible de los dos, o de tantas otras cosas que me resulta imposible predecir resultados. Pero predecir el futuro no es una de las cosas que un niño como yo pueda hacer de cualquier forma. Lo que puedo hacer es tomar buses llenos en las mañanas, llegar a un colegio vistiendo un uniforme que me hace indistinguible entre miles, pasar algunas horas entre clases y gente que el tiempo va a borrar mientras pienso de nuevo en mi pequeño hermano. En su nariz de pan y lengua que no encuentra comodidad en ningún lugar, y que parece servirle de sentido extra para explorar el mundo. Y ahora muchos años después, vuelvo a esos días y concluyó por que Dios nos odia. Verás Diego, entendi que nos envidia profundamente. Porque Dios jamás sabrá lo que es sostener la frágil mano de un hermano por primera vez, y tener la certeza de que no se volverá a amar de esa forma en la vida.

Regresamos ahora del colegio y ahora transcurren las horas del medio día, es de mis últimos días en esa rutina colegial, de los primeros en la tuya. Y aquí agregamos las caminatas por caminos que el tiempo va a desdibujar y aquí agrego lo rápido que creces, casi parece que vas de afán. Como decirte que te detengas, como explicarte que no hay afán de crecer, que aquí no hay mucho que ver, que los adultos que parecen saberlo todo cuando se es un niño, en realidad no saben un carajo y están tan perdidos que inventan cosas para creer que algo pueden controlar. Arriendo, dinero, carros, protocolos, matrimonios, divorcios, trabajos, agüeros, pensiones, libros, cementerios, muerte. Deja de crecer con tanto afán niño, esperame y dejame ser niño de nuevo a tu lado a mi también, que yo, yo tampoco sé menos que un carajo.

Cuando las horas de la tarde se empiezan a acercar ya sabes donde encontrarme. Estudiando en frente de ese viejo computador, o sencillamente perdiendo el tiempo frente al mismo. Y seguro ya te imaginas cómo es eso de andar en la universidad, de dejarse crecer el pelo y volver a la casa escuchando música que los demás no entenderán, y te digo que ya habrá tiempo para esas cosas. Tu marcha imparable por la vida, mientras te observamos. Mientras mamá también empieza a ponerse vieja, mientras papá se empieza a ver agotado. Mientras nuestro otro hermano también ocupa su tiempo en sus propios sueños y cosas, usualmente en el ejercicio de volverse el mejor en lo que quiera que intente. Usualmente lo logra.

Para ti vienen nuevos cursos, colegios compañeros y otras cosas que aprender. Verás Diego como esas pequeñas estructuras e ideas se repiten y se repiten, colegios, trabajos, familias, todas colecciones de interacciones, gente e ideas. Que en la vida hay que hacer amigos — no muchos pero si buenos — que en la vida hay que seguir reglas del juego — no siempre justas y cuando así sea, no dudes en pararte a gritar — que en la vida hay que hacer tal y cuales. Pero te digo hoy, una vez más, que la gente no tiene idea. Y perdidos entre sus propias ficciones, verán con tristeza y desaprobación cuando empieces a fallar. Ah y eso, y es que conforme creces vas a ser más propenso a fallar. Pero andante, que la vida es corta, que fallar es lo que toca. Sacúdete de los hombros el peso del mundo, que ese no es solo para que lo cargues, patealo un poco también, Falla, andate y falla mucho que levantarse se hace más fácil con el tiempo. Que yo estaré aquí para levantarnos.

Es la hora de la noche. Y me veo en tierras lejanas. Las maletas se mueven a prisa por bandas de transporte en el aeropuerto. Tu Diego, con todos los demás. Madre, Padre y hermanos que vienen de despedirse de otro más. Las lágrimas no pueden faltar, es la única forma de lubricar las despedidas. Hoy pienso en como el escenario ha de repetirse, quizás menos ominoso y quizás con suficiente tiempo, hasta repetitivo, pero creo que será así, creo que la última vez que te vea Diego, entre largos periodos de ausencia será en la sombra de un aeropuerto. Todo eso porque decidí hacer mi vida en un lejano lugar.

O por lo menos una parte. La otra parte se va a quedar aquí. Contigo, entre los juegos que jugamos, entre los chistes compartidos, entre los días que nos pasaron a la espera de que fueran las 12 de la noche para decir feliz navidad, o feliz año o feliz día cualquiera que cada día a tu lado era una fiesta. Las despedidas guardan esa promesa de retorno, así que espera por mí, que yo he de volver. Cuida la gente Diego, a Madre, a Padre, a Hermano, al gato, cuidalos que tienen miedo, como tú y como yo, pero cuidalos, que un abrazo a veces es suficiente, que nadie sabe nada, pero es mejor andar en la oscuridad en compañía.

Feliz cumpleaños Diego. Andate a vivir, andante con miedo, aterrado y asustado cómo llegaste al mundo, andate, encuentra a la gente que vale la pena y quiere los que te quieran. Andate a vivir, que te espera toda una suerte de desventuras. Andate a vivir que has de venir a visitar estas tierras que ahora llamo hogar. Andate a vivir que un par de viejitos te observan desde el cielo. Andate a vivir, que esta vida duele. Pero maldita sea, como vale la pena.

--

--