Necromancia cultural

Cuando la nostalgia resulta en zombies.

Andrés H.
vocES en Español

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Steamboat Willie, ahora en el dominio público

El primero de enero del 2024, el afamado corto animado, conocido como Steamboat Willie, la primera aparición animada de Mickey Mouse, entro a formar parte del dominio público. Luego de una larga espera, uno de los personajes más famosos y reconocidos en el mundo,entra a formar parte de la propiedad colectiva, y — en teoría — nuevas adaptaciones, formas, e ideas en torno al personaje pueden ser ejecutadas sin temor a demandas y otras repercusiones legales.

La batalla por el copyright de esos trabajos ha sido larga. La corporación Disney y otras han luchado durante décadas para extender tanto como sea posible su control sobre los personajes e ideas, con el fin de prolongar su capacidad de extraer recursos y ganancias de los mismos. Walt Disney murió en 1966, pero su trabajo y personajes persisten vivos en la cultura, perpetuados por la maquinaria corporativa sin par, de la corporación de Disney. Puede que el primer cartoon animado sea ahora parte del dominio público, pero Disney tiene otros mecanismos y métodos con tal de asegurar que los beneficios de mantener con vida el zombie de Walt Disney, permanezca en las manos de accionistas y directivos.

Internet, por su parte, no ha tardado en hacer lo usual. Tomar el personaje de Disney, ponerlo en videojuegos de terror, o toda clase de parodias y situaciones que desagradarían al buen Walt, así como a la Family Friendly corporación de Disney. Y aunque, en general, la creatividad es algo valioso y que merece reconocimiento, encuentro la gran mayoría de las ideas y productos de este frenesí, más bien poco imaginativas y aburridas. Me atrevo a decir que las personas detrás de tales productos, tienen poco que decir sobre el arte o la cultura y más bien sus intenciones no son otras que aprovechar los restos del zombie de Walt y hacer algo de dinero. Supongo que hay un público para eso, pero en mi opinión, no es más que otro síntoma de una cultura que se niega a dejar morir ciertas cosas y donde toda actividad cultural y artística que vale la pena — en términos de esfuerzo creativo y dinero — es la secuela, el remake de cosas ya existentes, es la perpetuación del remix. Hemos tenido casi 100 años de Mickey, creo que ha sido suficiente.

Sin embargo, esto no siempre es el caso. En 2022, Pinocho de Guillermo del Toro nos regaló una fantástica nueva lectura e interpretación del querido personaje, además de una nueva oportunidad para artistas que trabajan en el mundo en agonía de la animación cuadro por cuadro. Es una película fantástica, de principio a fin, que expande y subvierte la historia original de una forma maravillosa. El caso de pinocho prueba que hay aún potencial en viejas historias, pero requiere ideas frescas y talento crear algo que valga la pena. Las obras existentes en el dominio público son un pozo de invitaciones para crear nuevas historias, fertilizante de nuevas ideas y posibilidades, por eso, encuentro frustrante ideas como “oh que tal si Mickey fuera malo” o un nazi o un asesino o lo que sea. Son simples, quizás no necesariamente sin mérito, pero simples y sin mucho más que decir. Aquellos productos buscan usar al zombie, usar el cadáver como traje, como envoltorio para presentar nada y colectar las migajas que caen del plato de Disney.

Es imposible culpar a artistas y creativos de esta tendencia. Las mecánicas del mercado, las presiones sociales y económicas son una carga que termina infectando intenciones artísticas y la cultura en general. Vivimos en una atmosfera saturada de refritos y remakes — un universo donde hay 10 películas de rápido y furioso, es un universo que vale la pena cuestionar — y en esta atmosfera, el oxígeno para nuevas ideas, es limitado.

Creo que es imposible desligar el estado actual de la inteligencia artificial y tecnología, a estas ideas de estancamiento cultural. La urgencia de automatizar la creación de “contenido”, nacida de las necesidades del capital e inversionistas. La carrera armamentista entre grandes compañías de tecnología, ver quién puede más y mejor, plagiar, robar o simular arte, es cuanto menos preocupante. El afán de automarizar arte rebela lo que ejecutivos e industrialistas tecnológicos piensan sobre el arte, solo un proceso más que ser automatizado en el mercado, equivalente a apretar un tornillo, una pieza más en una línea de ensamblaje.

La pregunta de si los productos de IA pueden ser considerados arte o no, es irrelevante. Un inodoro en un museo puede ser arte. Lo que es importante es que, de prevalecer, la concepción de arte como algo que puede ser requerido a comando, como la respuesta a una pregunta en una fría caja de texto, el resultado será un mundo más vacío, infinitamente lleno de pantallas con contenido inacabable, pero sin el alma para notar las cosas que dejamos atrás.

La idea de mirar al pasado en buscar inspiración no es nueva o nefasta por sí sola, es tan solo que las nuevas tecnologías y en muchas ocasiones demandas del mercado y la gente, incitan a estas nuevas formas de necromancia cultural, a traer a los muertos de regreso a la vida para una danza más, una presentación más…

George Carlin fue un popular comediante en la época de los 60s y 70s, su estilo de comedia política y crítica social terminaría informando gran parte de la cultura cómica americana subsecuente. George Carlin falleció en el 2008, luego de una larga y envidiable carrera en la industria. George Carlin volvió a la vida de la mano de los necromantes de la tecnología, su cadáver y palabras rehusados en un último especial, generado por inteligencia artificial y con la complicidad de algunos otros comediantes y artistas. ¿Es esto lo que podemos esperar en el futuro? ¿Es toda la cultura del siglo XXI la eterna regurgitación del pasado en pantallas de alta definición y con un logo de Silicon Valley al lado?

Christopher Reeve, alcanzo la fama internacional por su papel como Superman en las películas de los setenta y ochenta. Christopher Reeve falleció en el 2004 luego de varios años de luchar con la incapacidad y complicaciones causadas por un accidente montando a caballo. Christopher Reeve es un zombie también, traído a la vida por necromantes de Warner Bros, para hacer parte de una película sin alma como lo es The Flash.

Reeve, Carlin, son solo síntomas. El zombie es un síntoma de un mundo moribundo. Y a menos que pueda haber un cambio de paradigma y entendimiento, llegara un día en que no podamos distinguir a los vivos de los muertos.

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