Realismo Capitalista, depresión y Fantasmas de Mark Fisher

Andrés H.
6 min readSep 8, 2023

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Mark Fisher, Filosofo y teorico cultural.

La muerte de la cultura, la depresión como síntoma del capitalismo y otros fantasmas de Mark Fisher.

Es fácil diagnosticar que el mundo está fuera de lugar, qué se siente fuera de lugar. No es una observación especialmente notable, presentar el estado actual de las cosas y sentir una profunda y general disatisfacción. Las ansiedades colectivas que permean la vida moderna parecen no conocer demasiadas barreras — dejando de lado por el momento a la categoría de los ultra ricos y millonarios — pareciera existir una especie de espectro flotando sobre las cabezas de todos quienes participan en la vida moderna — aunque quizas sea mas preciso decir, quienes participan en las forma de producción moderna. Es fácil encontrar ese punto en una conversación con amigos, familia, o en la mesa de un bar — y algún dios no lo permita, el trabajo — en el que se señala al estado actual del mundo y se concluye que las cosas están Fucked Up.

Donde la gente empieza a divergir, es a la hora de encontrar razones y causas. Las crisis existenciales de la actualidad — existenciales en el sentido de que representan una amenaza para la existencia misma del mundo como lo conocemos — suelen ser aceptadas por una sensible mayoría — Aunque sea posible también encontrar por ejemplo, negacionistas del calentamiento global en los más diversos foros y grupos — A lo largo y ancho del espectro político, hay un sentido generalizado de sospecha hacia el poder, de desconfianza en los medios y los otros. Sin embargo, la causa puntal de dicho desasosiego en la modernidad — Y la disonancia de las comodidades de la vida moderna con el estrés generalizado que causa la participación en dicha sociedad — varía de una persona a otra.

En la búsqueda de una respuesta a tales preguntas, es que movimientos políticos extremos nacen y florecen hoy en día. Ciertos movimientos en la derecha buscan señalar a El Otro Donde dicho Otro puede ser cualquier persona o grupo que no encaje dentro de ciertos parámetros establecidos de identidad. Es común escuchar quejas por parte de la derecha — y me atrevo a usar la derecha en su forma de definición más amplia — acerca de cómo “identity politics” es la plaga de la humanidad y el fin de la cultura e identidad occidental, cuando gran parte de su plataforma política se basa también en la construcción de identidades. Interpretaciones mitológicas requieren de arquetipos y estereotipos, woke y liberal se convierten en una categoría general que hace de antagonista y no requiere un análisis más profundo.

Sin embargo, esas explicaciones se quedan cortas. La derecha de hoy en día está tan vacía de cualquier tipo de ideas o proyectos políticos, más allá del sostenimiento del status quo, disfrazado de alguna forma de rebeldía y antisistema. Es muy extraño observar un discurso político conservador querer pasar por transgresor, rebelde y antisistema, convencido de estar haciendo resistencia a algún tipo de enemigo siniestro e invisible. El conservatismo se niega a aceptar o enmendar cualquier tipo de críticas al pasado o presente de la sociedad occidental. Es en este entorno altamente esteril y hostil, que pensamientos e ideas como las de Mark Fisher resuenan con mayor fuerza.

Mark Fisher, popularizó el concepto del Realismo Capitalista — en su libro seminal del mismo nombre — que puede ser resumido en palabras atribuidas en ocasiones a Zizek: Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esto es, el capitalismo se presenta ante nosotros como la única posible forma de vivir. Como el resultado inevitable del liberalismo, de la ilustración y la victoria sobre la ideología. En el espíritu de Fukujama, la caída del muro de Berlín y la unión soviética significó “El fin de la historia”. El mundo asumió su orden luego de dichos eventos y que el orden natural e incuestionable, es la forma de producción moderna. Me recuerda un poco la frase de Churchill: La democracia es el peor sistema de gobierno que existe, salvo por todos los demás.

Tanto Churchil como Fukujama comparten un sentido de derrota, de ser definitivo y término. Esto es todo lo que hay, lo que hemos logrado es lo mejor que podemos lograr, el capitalismo es un éxito; mira, como saca gente de la pobreza — a la vez que define la pobreza de una forma conveniente y inuti — observen como la historia está definida como todo se acabo, como soñar con cualquier otra posibilidad es una tarea de tontos y renegados.

Sin embargo, críticos culturales y teóricos como Mark Fisher observan el espejismo que es en realidad. La crisis global de salud mental, crisis financieras, la crisis climática y medio ambiental, por nombrar algunos problemas — que amenazan directamente nuestra existencia — son el resultado de un sistema en que ganancias y capital priman sobre toda interacción humana, y casi que cualquier. No es un efecto secundario, es la única posible conclusión del sistema. La pobreza, la epidemia mundial de la miseria, no es un fallo en el sistema, es el sistema funcionando exactamente como se espera. Mark Fisher observa como este asesinato sistematico por parte del capital permea todas las formas de cultura.

La música, el arte, la contracultura, todos estos elementos que terminan siendo apropiados por el capital también. Y su efecto es más dañino que una serie de mediocres productos culturales. Para Mark Fisher, el efecto más perverso del capitalismo en la cultura, es el aletargamiento que causa en la cultura en general. La imposibilidad de crear algo fuera de remakes, remasters, refritos y reenlatados, no termina solo por crear media repetitiva y mediocre, termina por enseñarnos que pensar en una alternativa es imposible, que pensar algo nuevo fuera de las reglas del sistema es inviable y estupido. La fase final del capitalismo, adoptar el arte, la cultura y usarla como arma contra las mismas, mostrando como de imposible es siquiera imaginar algo diferente al sistema.

Todas nuestras relaciones están mediadas por capital, y toda interacción es una transacciones. La imposibilidad de pensar en una alternativa es el resultado final del sistema. El resultado final, una población altamente despolitizada, nihilista y doomer. Cualquier intento por combatir el sistema es absorbido por el mismo y regresado a nosotros como una nueva cosa que consumir, comprar y vender.

Mark Fisher observo estos aspectos — y mas — de la vida moderna y sus efectos, y el mismo termin por ser una victima del sistema, perdiendo su vida a manos del suicidio, la falta de acceso a tratamientos efectivos para la depresion.

En Fantasmas de mi vida, Mark Fisher reconoce que su por entonces escape de la depresión, estuvo en el reconocimiento de la externalidad de las causas de sus problemas. Una gran parte del foco de la salud mental se centra en el individuo; consideramos la depresión, ansiedad etc como problemas de una persona, como resultado de un desbalance de químicos en el cerebro o algo por el estilo. Toda la industria de la autoayuda toma este mismo punto de partida. Sin embargo, las causas externas permanecen incuestionadas e intocables. Pocas conversaciones en torno a la depresión se centran en la precariedad de las condiciones de vida moderna, en la ansiedad del vivir día a día en incertidumbre. Ningún terapeuta va a recomendar una revolución socioeconómica y cultural como solución a la depresión.

MarK Fisher, observó con detenimiento estos fenómenos y más. Sus ideas resuenan con fuerza incluso después de su trágico fallecimiento, y merecen no ser olvidadas, porque más allá del sentido de pérdida y derrota, un ápice de luz es todo lo que se necesita para continuar.

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